
EL FACTOR CENICIENTA
A todas nos pasa. Se nos van los ojos… se nos van los ojos… detrás de esos tenis divinos, de un color y diseño espectacular. Se los vimos a otra corredora o nos saltaron desde alguna revista o por andar de trote en las redes. ¡Uy… yo quiero esos tenis!
Pero es mejor no apresurarse, aplazar el gustico porque, dejando de lado el detalle del precio o que nos combinen con la pinta, la verdad es que comprar zapatillas para correr se debe hacer con cuidado. Aquí no valen revistas de moda, consejos de las amigas o imágenes de Instagram por toda referencia.
Se trata de comprar los zapatos que nos acompañarán por kilómetros, sobre los que caerá -multiplicado por 3 en cada paso- todo el impacto de nuestro peso. Entiéndanlo así: un mal par de tenis es peor y puede resultar más doloroso que una pésima relación o un mal matrimonio.
El primer paso es conocer nuestro tipo de pisada, para lo cual hay pruebas muy básicas en Internet (http://www.runnersworld.com/running-shoes/the-wet-test). Lo mejor es ir a una tienda especializada que ofrezca -sin compromiso- el análisis del tipo de pisada que tenemos, la cual, como las huellas dactilares, es personalísima e intransferible Aquí nadie puede ponerse en los zapatos del otro.
Con ese dato claro – pie pronador, supinador o neutro- viene lo más teso, que es ubicar a un vendedor que más que querernos enflautar la tienda entera, piense en vernos regresar por otro par de tenis unos 800km más adelante, que es la vida útil de unas zapatillas para correr. Si cae en manos de unos de esos culebreros que ofrece el último modelo con la penúltima tecnología sin tomarse el trabajo de conocer un poco más sobre sus rutinas de entrenamiento, metas y tipo de pisada, salga corriendo y regrese luego.
Las imágenes de Cenicienta, con esos piececitos rosaditos y perfectos, alargados, uñas completas, sin cayos o cicatrices dejan la impresión de que nació con un arco bien marcado y de ahí que las delgadas zapatillas de divino cristal no le calzaran a sus hermanas, con patas de palmípedo o de plantígrado severo, como las mías.
Por eso, antes de comprar mídase todos los pares que sean necesarios y para su tipo de pisada, inclusive los que no le parezcan los más divinos. No se acelere, tómese su tiempo y lleve un par de medias de las que usa para entrenar. Ojalá la compra sea al final del día, para llegar al almacén con los pies cargados, que es como se ponen cuando uno corre. Cómprelos medio o un número más grandes que su talla normal de zapatos o botas, pues necesita ese espacio de más para estar cómoda y poder llegar más lejos. Recuerde que no está metiendo la pata y haciendo un gasto innecesario, sino una inversión en su bienestar físico, en prevención de dolencias y, ante todo, en felicidad.
De todas las boberías y cosas que podemos comprar para practicar el atletismo, realmente solo dos son cruciales para nosotras: los tenis y el brasier (tema que nos tala a todas y trataré en otro artículo). Y si tiene un solo par, mejor vaya ahorrando para el otro, porque lo ideal es tener el menos dos y rotarlos. Un tip: no los lave tanto... Aunque hoy casi todas las marcas ofrecen zapatillas buenas, con diseño y colores deliciosos, también es cierto que de la ley de Murphy no se escapan ni los más rápidos corredores y suele suceder que ese par divino “sí lo hay pero no en su talla”, o “el par que se midió es de muestra; los descontinuaron”, o “el último lo acabamos de vender, pero tal vez nos lleguen con la importación para diciembre”… Paciencia, respirar y dar un paso al lado para no comprar por comprar. Recuerde que para los corredores la felicidad no está en las apariencias sino a nuestros pies.
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